martes, 2 de junio de 2009

Abriendo puertas



Hoy me encuentro sentada con el ordenador en mis rodillas y con mi vaso de agua, dispuesta a compartir parte de la belleza que estoy viviendo y casi no encuentro por dónde empezar a narrar lo que acontece.

Trato de evitar algo íntimo y personal, demasiado personal para describir por este medio, pero la explosión de alegría que me producen en este caso los encuentros fortuitos y gratuitos que ofrece la vida, lo encuentro inefable sin caer en viejos y desgastados tópicos.

Para los que lo poseen todo y sin embargo no se encuentran plenos, les falta algo que les llene su vida, se trata de adquirir nuevas posesiones, bien materiales, bien ideológicas, bien anímicas... pero me cuentan que no saben con certeza si sus amigos son sus amigos por él mismo o por lo que dispone, si su amor está a su lado porque le facilita una vida cómoda o porque le admira, si saben valorar que él desea compartir una simple guitarra con alguien que tenga abierta el alma o reírse con él de sus estupideces que hasta a él le resultan cómicas.

Otros que no poseen tantos recursos me cuentan que lo que más valoran es la tranquilidad. Esta suele ser en parte material como base para apreciar los recursos que ofrece gratuitamente la vida a doquier para el que dispone de una mente amplia y de una mirada clara.

Somos cada día más los que nos sumamos a esta última opción.

Lo fascinante que hoy quiero contar es cruzarse en el camino con una persona capaz de abrazar las dos opciones, es decir, tenerlo casi todo y ser sencillo. Alguien humano, tan humano que parece de otro planeta.

Concluyo, aunque es bien sabido, que lo que de verdad tiene valor no se puede comprar. Se trata de algo que hay que aprender a lograr con otro "tipo de moneda" de curso legal que para mi, se llama humanidad.

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