jueves, 4 de junio de 2009

Mirada de Confianza



Hace relativamente poco he descubierto un tipo de mirada, la mirada de confianza.

La mirada que transmite que nos cree, que somos de fiar, unos ojos que nos miran desde el corazón, desde el alma y nos trasladan que confían en nosotros.

Me parece interesante como se reacciona ante ella.

Cuando nos miran así, surge lo mejor de nosotros, nos estimula a crecer, a mostrar lo que llevamos en nuestro interior y hasta lo negativo queda minimizado por lo enriquecedor que le resulta al otro lo positivo que también forma parte de nuestro ser.

A través de la humanidad con la que nos miran esos ojos se desarrolla la atención a nosotros mismos y captamos que las malas hierbas no son las que predominan en nuestro jardín, sólo una pequeña parte de él.

Hoy pensaba en esta película. En cómo el hijo del rey estaba falto de esta mirada y como su carencia, su necesidad de ella, le llevó a asesinar a su padre al sentirse despreciado, ignorado, no válido... hizo que brotara lo peor de su ser.

Por el contrario, Maximus, sintió siempre esa mirada en los ojos de sus seres queridos y de su rey. En él la motivación, el afán de superación y el entusiasmo crecían de continuo junto a su esfuerzo.

Y es que, para qué esforzarse si sentimos que no nos miran con confianza? no merece la pena, para el que lo vive así. Se sabe desamparado, desheredado y no le resulta atractivo el esforzarse por mejorar desde esa posición.

Pienso que a veces creemos que la confianza se gana y la confianza se pierde y que cuando se ha perdido se tiene que volver a ganar, ser merecedor de ella de nuevo. Pero demostrar que se es digno de ella, se hace difícil cuando la mirada nos transmite; perdono pero no olvido.

Precisamente es ese no olvido, lo que hace que una persona desmotivada no actúe, o actúe también a medias.
Por el contrario, a una persona desmotivada y mirada con confianza le entran ganas de actuar, de cambiar. Lo veo a mi alrededor constantemente.

Es lógico que nos cueste mirar así cuando para nosotros esa persona se equivoca o no llega al umbral que hemos erigido para poder otorgarle confianza. Puede que tampoco hayamos perdonado, visto así.

Entonces me viene a la memoria la parábola del Hijo Pródigo y me entran deseos de no juzgar, de no condenar negándole la confianza a ese hijo o a esa persona que para mi, se equivoca o se ha equivocado. Me entran ganas de ser incondicional como lo es El Padre y de parecerme a Él para poder abrazar también lo que no comprendo.

1 comentario:

  1. Completamente de acuerdo...los ojos animan más que una palmadita en la espalda.
    Siempre se debe confiar y siempre debemos dejar una puerta abierta a que confíen en nosotros.Bss

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